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Vivimos tiempos de protestas entre los payeses. Ha habido tractoradas inundando las calles de las ciudades para llamarnos la atención: la agricultura está en peligro. Entre los impuestos, la escasez de agua, la importación de productos de fuera, la vida de la gente del campo es difícil. Lo cierto es que el mundo agrícola es un gran olvidado. Es también verdad que sin la actividad de los payeses nuestra subsistencia está en peligro.

Por eso me alegra el reconocimiento internacional a un payés mallorquín. Hace años que le conozco. Es en Joan Betlí, de Porreres, y recorre los principales mercados de Mallorca con sus excelentes productos de embutidos, quesos, vinos y otras exquisiteces.

No recuerdo la primera vez que coincidí con él. Me llamó la atención su simpatía. Hay tanta gente amargada de la vida y de su trabajo, que encontrar a alguien satisfecho con su labor, de buen talante, que no tiene prisa al dedicar su atención a los clientes, es una suerte.

Joan es así. Siempre invita a los posibles clientes a probar sus productos: aceitunas, galletas con sobrasada o fuets por ejemplo. Cuando mi hija era pequeña e íbamos a un mercado, me pedía que buscásemos a Joan. Le encantaba probar sus productos, escuchar sus bromas y comprar lo que vendía.

De mercado en mercado, íbamos encontrándole y nunca le vimos de mal humor. La calidad de sus productos es impecable. Resulta que hace poco un periodista del The New York Times tuvo la ocasión de encontrarse con él, degustar de primera mano su comida y contagiarse de ese buen hacer que le caracteriza. Consecuencia: Joan fue noticia del The New York Times, donde se alababa su trato y la calidad de sus productos.

Quiero felicitarle y decir que se lo merece. Es una suerte que Mallorca pueda presumir de personas que aman su trabajo, lo hacen con generosidad, buen talante e ilusión.