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Ningún historiador entiende el extraño caso de Pilar Solanas Cazaña, líder femenina de Falange al inicio de la guerra en Mallorca. En poco más de un año pasó de jerarca del régimen a compartir prisión con sus odiadas rojas. Un tribunal militar admitió la denuncia de un conocido izquierdista y fue implacable en la sentencia: doce años de cárcel por dos delitos de estafa y uno de auxilio a la rebelión.
Pilar Solanas nació en Manacor y tenía 22 años cuando estalló la guerra. Desde joven había militado en partidos de derechas y poco antes del 18 de julio de 1936 fue nombrada secretaria provincial de la Falange femenina. El Marqués de Zayas la alaba en su libro sobre la vieja guardia por su capacidad de propagandista. En los primeros días, ella era la encargada de arengar a los golpistas desde la radio, tanto en castellano como en mallorquín. Participó en la Batalla de Mallorca como enfermera y su poder se extendió en la medida que la Isla se convertía en un laboratorio fascista.
El 15 de febrero de 1937 se casó vestida de uniforme con otro falangista, Ricardo Agustí Ferrer, en la iglesia del Socorro de Palma. La boda, «con gran profusión de flores blancas», fue apadrinada por los jefes de Falange y celebrada por toda la prensa local. Ahí empezaron sus problemas.
Su marido era interventor del Banco de Crédito Balear y, según algunas fuentes, estaba cargado de deudas. Pilar empezó a pedir dinero a represaliados republicanos a cambio de ejercer su influencia. Se rumoreaba que tenía la capacidad de perdonar sanciones y muchos desesperados acudieron a ella. Así, un humilde dependiente de sa Pobla, Martín Mestres, «de ideas izquierdistas pero de buena conducta», le rogó que le devolvieran los bienes confiscados. Ella le pidió 500 pesetas «porque la España de hoy es la misma que la de antes y todo se hace a base de influencia y dinero». Y nunca más se supo. Él la acabó denunciando y, contra todo pronóstico, comenzó un proceso judicial.
El sumario contra Pilar destapó un pasado turbio. El farmacéutico Jaime Bonnín confesó que también le había prestado dinero para que influyera a favor de su hijo, condenado a 30 años. El alcalde de Palma la acusó de «malversar fondos» de Falange y el delegado de Seguridad reveló que «se sabe que adeuda bastante cantidades desde que ha contraído matrimonio».
¿Estaba Pilar inducida por su marido? Él estaba en San Sebastián justo en ese momento y encontraron una carta en la que pedía a su mujer que consiguiera «fondos». Le tomaron declaración, pero nunca lo procesaron.
Pilar ingresó en la cárcel el 23 de julio de 1938, solo cuatro días después de que su hermano Juan, brigada de la Legión, muriera en los campos de batalla de la Península. Ya no saldría en libertad hasta 1944.
Aquí se pierde la pista de la pareja. Parece que Pilar siguió viviendo en la calle Alós de Palma (barrio de Serralta) hasta los años ochenta. Su marido aparece en la esquela del padre de Pilar en 1945 como «ausente», es decir, fallecido. Sin embargo, un tal Ricardo Agustí Ferrer era en el año 1964 el presidente del sindicato de la banca en Madrid y fue condecorado por Francisco Franco con la Orden Imperial del Yugo y las Flechas.