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Estoy muy muy cabreado con algunos políticos que no dicen la verdad. No me refiero a quienes le dan un sesgo relativamente decente a cosas opinables. Lo que ahora se ha puesto en marcha son mentiras sin escrúpulos que algunos medios de comunicación aplauden con fervor mayor aún que el de quienes las proclaman. Si a esto sumamos las redes sociales y las mentiras anónimas que en ellas se propagan sin que nadie sepa de dónde salen, la situación es muy alarmante. Entiendo la desesperación de la derecha cuando le arrebataron las elecciones que ya daba por ganadas pero esto no puede justificar enormes manifestaciones sobre posibles trampas que nunca han existido, que sólo son humo y que en el mejor de los casos se explican para copiar el discurso de Vox y en el peor por una manipulación consciente. Ninguna de las opciones justifica el decir cosas que no existen. Para la izquierda, la famosa amnistía es una manera de suavizar el problema catalán y acabar con el absurdo de que muchos catalanes piensen que hay un presidente de la Generalitat real y otro ficticio.

Esta disfunción puede parecer ridícula pero también es una disfunción que rompe la realidad catalana. Puigdemont no ha derramado una sola gota de sangre y lleva seis años deambulando por Europa con todo su derecho y como miembro del Parlamento Europeo. Desde el primer momento, dije como muchos que el famoso procès no tenía salida y también lo sabían la mayoría de los que lo promovieron, como el mismo Puigdemont, que mantienen lo imposible con tal de mantenerse en el poder.