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Hay cuestiones en este mundo difíciles de comprender. La de Israel y Palestina es una. Millones de personas se posicionan del lado de unos y de otros sin analizar nada, por pura visceralidad. Ver a niños muriendo bajo las bombas tiene un magnífico efecto propagandístico. Pero se esconde ahí una historia subterránea que nadie quiere mirar de frente. Y es que las autoridades de Gaza son terroristas. Asesinos, violadores, secuestradores, torturadores. Se llaman Hamás y atesoran un larguísimo historial criminal y dictatorial. La solución que propone Pedro Sánchez, incluso Joe Biden, de dividir el territorio en dos Estados parece una salida lógica al conflicto. Y lo sería si de ambos lados tuviéramos a gente similar, capaz de establecer en su país una democracia plena que respete los derechos y libertades fundamentales. Algo del todo imposible mientras exista Hamás y cualquier grupo parecido, que no dudo que brotarán como setas tras esta guerra cruel. Habría que preguntarle a Sánchez, a Biden y a todos los que promueven esta precipitada solución si permitirían a sus propios países tener como vecino a un régimen terrorista radical cuyo objetivo declarado es exterminarte. ¿Hubo algún partidario en la España de los ochenta de permitir que Euskadi constituyera su propio Estado bajo la tutela de ETA? A todos nos hubiera parecido una barbaridad y eso que los terroristas vascos son unos angelitos comparados con los palestinos, que en una sola jornada, el 7 de octubre, asesinaron a más personas que en la historia etarra de medio siglo. Y, hay que señalarlo, jamás hemos sabido de ningún etarra que violara a las mujeres a las que secuestró o asesinó. Incluso entre los que matan, secuestran y extorsionan, hay diferencias.