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Llamo la atención con este titular de forma deliberada, porque la noticia, una vez más, me ha impactado más de lo que debería en este mundo actual en el que estamos inmersos. El caso es que una famosa influencer de Estados Unidos, militar y modelo, que tenía una exitosa cuenta de seguidores y cuya vida de fotos atléticas y poses provocativas parecía perfecta y digna de ser imitada en todos y cada uno de sus detalles, se ha suicidado a los treinta y pocos. Y como yo considero que quienes tenemos (al menos un poquito) de altavoz mediático como es mi caso, tenemos la obligación de hacernos preguntas y de paso hacer pensar un poco a quien nos lea, me pregunto pues: ¿de verdad vale la pena? Es decir, ¿de verdad vale la pena esforzarse por construir una vida de plástico y neón haciendo lo que supuestamente se debe hacer, para impresionar a un montón de gente que en realidad no sabe nada de nosotros, y que nos piropearán si enseñamos unos glúteos duros pero no harán caso de nuestras reivindicaciones? Porque sin ir más lejos, y además de ir al gimnasio, esta mujer se quejaba también de cómo su país trataba a sus soldados y de las dificultades que tenían para integrarse en la posterior vida civil, pero seguro que esas publicaciones no tenían tantos likes como las de sus torneadas canillas o sus pulposos morritos… para al final, llegar a una conclusión tan triste y tan trágica como esta. Y la pregunta, para quien me lea (que de seguro no serán tantos como a ella), sigue siendo la misma: ¿de verdad vale la pena?