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Mi plaza es la plaza de La Vileta, la barriada de Palma de la que me siento como hijo adoptivo. Prácticamente ha sido mi segundo pueblo desde que a los 23 años fui nombrado vicario de La Vileta. Suena cariñoso el nombre de esta antigua villa, que me acogió como si fuese la continuación del Seminario, para continuar la formación pastoral. En la plaza hay un olivo que parece hermano gemelo del olivo de Cort que durante 10 años como párroco Santa Eulalia tuve el gusto de contemplarlo como ahora admiro este bello olivo de La Vileta. Desde hace 63 años ha sido este ‘pueblo’ para mí como Cafarnaüm para Jesús: punto de referencia para la actividad evangélica para Él, y para mí como punto de apoyo durante la creación de las nueve misiones juniperianas en Mallorca. Ellas son como un homenaje a S. Junípero y a la vez como un estímulo para imitarle en este momento tan crucial para los pueblos de todo Occidente, que necesitan ser evangelizados; labor tan dura y dramática como fue la primera implantación de la fe en California. Suplicamos a San Junípero que nos dé energía y espíritu para llevar a término la evangelización del momento actual.