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Las costumbres suelen ser más sólidas que las opiniones, y mucho más que las ideologías y los gustos personales. Algunas sobreviven muchos años a las ideas, necesidades o circunstancias que las engendraron, y se hace difícil entender cómo nos acostumbrarnos a eso. Por costumbre hacemos cosas que no se atienen a razones, y de las que mejor no opinar. Comprendo que la gente se aficione a sus sentimientos y creencias, se identifique con ellos, pero identificarse con las costumbres… Los escritores costumbristas, los sociólogos y también los dirigentes políticos, incluso se guían por ellas como si fuesen brújulas que señalan al norte. Sí, las costumbres son la parte más básica y extensa de la cultura, y no nos extrañaría que la fuerza gravitatoria, que nadie sabe aún en qué consiste, fuese una mera costumbre del universo. De la materia, regida por las leyes de la inercia y ajena por tanto a cualquier juicio moral. Si es costumbre, será que es moral. Y sin embargo, sabemos de toda la vida por los escritores costumbristas mencionados, que en el inmenso cosmos de las costumbres las hay buenas y malas. Sobre todo malas. Citaré algunas recientes, que ignoro de dónde han salido y son de lo más irritantes. Poner nombres a las borrascas, como a personajes de dibujos animados infantiles. ¡La borrasca Filomena! Menuda tontería meteorológica. Aplaudir a los muertos en los funerales, una costumbre contraria a todas las tradiciones rituales fúnebres. No tiene sentido, cosa muy habitual en las costumbres. La costumbre colectiva de darse por ofendidos sin la menor provocación, como si la identidad de numerosos grupos consistiera, precisamente, en soportar continuas ofensas. Muy mala costumbre, que se generaliza día a día. Qué difícil es acostumbrarse a las costumbres de los demás. Y qué decir de esa fea costumbre informativa de dar voz a expertos en las cosas más peregrinas para apostillar las noticias y reportajes con un toque de autoridad, normalmente psicológica. Que no hay quien los aguante, a los expertos de costumbre. Casi peor que informarnos ampliamente de lo que se dice en las redes, que por algo no miramos. Ah, la insensata fuerza gravitacional de las costumbres.