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La Conselleria d’Afers Socials pagará doscientos euros al mes a los jóvenes que hayan sido tutelados en los centros de menores para que puedan independizarse. Una medida que podría ser admirable si no hiciera aguas por todas partes. Los jóvenes extutelados se enfrentan a las mismas barreras que el resto de la juventud balear: salarios de mierda y precios de lujo. Quizá a los funcionarios de este departamento les parezca deseable que toda una generación se vea obligada a vivir en un piso compartido durante décadas o para siempre. A mí no. Una vez sobrepasada la etapa estudiantil, digamos alrededor de los 23 o 25 años, lo que todo el mundo desea es establecerse. En un piso mejor o peor, en un barrio más o menos céntrico, pero de forma individual, a tu gusto, con tus propias normas y responsabilidades. Eso es hacerse adulto, ¿verdad? Un derecho que les estamos negando para mantener intacta la codicia de los propietarios de pisos en alquiler. Todo el mundo estará de acuerdo en que las instituciones ayuden más a estos chicos y chicas que carecen del apoyo de una familia. Pero la trampa de la medida está en que su duración es de seis meses. Es decir, el chico que se emancipa –porque al cumplir la mayoría de edad no puede seguir en los centros–, aunque tenga empleo, cosa difícil, estará cobrando poco más de mil euros si tiene la jornada completa. Con eso no llegará a ningún lado, lo sabemos todos. Y ahí es donde entra la ayuda de Afers Socials: doscientos euros que le vendrán muy bien, pero se acabarán enseguida. ¿Alguien puede garantizar a estos muchachos y a todos los demás que su salario será mejor en seis meses? Otro parche más para dilapidar dinero público que, realmente, no soluciona nada.