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Normal que todos estemos todavía un poco maltrechos, si nos ha pasado un ómnibus por encima. O tres, no estoy seguro, porque todavía a estas alturas ignoro qué se votaba exactamente la semana pasada en ese desfile de decretos anticrisis (batiburrillo de decretos en grumo), donde había de todo para despistar y, según los comentaristas, parece que el suertudo presidente Sánchez, de carambola como acostumbra y en la prórroga, ganó por dos decretos a uno. Más o menos, imposible entender esos grumos legislativos. En cambio, según los comentarios pospartido, la vicepresidenta Yolanda Díaz perdió uno a cero frente a sus antiguos colegas de Podemos, que como sabemos hace años, no tienen inconveniente en votar con el PP y Vox para vengar la afrenta de que su lideresa no sea ministra permanente de Igualdad. No lo pueden consentir, y no lo consintieron. «Así no se puede gobernar», clamó la vicepresidenta Díaz al descubrir de pronto cómo es su partido, y esa supuesta mayoría progresista que sustenta el Gobierno. Lo que sabíamos todos desde el verano pasado. Que así no se puede gobernar, ni vivir, ni nada. Porque lo de Junts, el repelente Vox catalán especializado en chantaje, estafa y extorsión (no repelen por independentistas, sino por supremacistas de extrema derecha), estaba cantado. Les conocemos desde el ‘procés’, y ahora que apenas son la tercera fuerza en Catalunya con algo más de medio millón de votos, siguen creyéndose los amos de Catalunya (¡y de sus empresas fugitivas!), de ahí su exigencia en controlar la inmigración. Un objetivo ajeno al ómnibus de marras, pero sin cuyo logro el Gobierno no habría ganado por dos a uno (si es que fue así), y la endemoniada suerte de Sánchez se habría acabado. ¡Ah, las malas compañías! Era un buen muchacho, pero le echaron a perder las malas compañías, nos decían los curas de mi infancia. Raro que se enteren ahora de que así no se puede gobernar, porque si ganando de chiripa están como si les hubiera pasado su ómnibus por encima, figúrense cuando pierdan por las malas compañías y los goles en propia puerta. Por supuesto, Feijóo ha prometido «una ofensiva sin cuartel y sin descanso contra Sánchez», pero eso también estaba cantado. Es lo de siempre. Lo único que salva al Gobierno de sus traumáticas victorias por los pelos.