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Todos tenemos prioridades en la vida. Personalmente las mías son de bajo precio. Son buenas prioridades las que no te cuestan mucho dinero y te permiten ser un tipo más o menos feliz. No aspiro a ir a Nueva York ni tampoco de ruta por la Toscana. No es que no me atraiga la idea, es que me da una enorme pereza ponerme a buscar ofertas. Y quién sabe lo que puede suceder mañana como para meterme a buscar aviones para mitad de julio. Todo lo que me lleva mucho empeño y esfuerzo y no forma parte de mi labor diaria en el periódico es más o menos prescindible. Dosifico esfuerzos. Por ejemplo, no discuto. Desde hace tiempo dejé de hacerlo. Tampoco es que me pasara los días encabronado con medio mundo, pero siempre hay algo que te permite levantar la voz de vez en cuando. Que si la amnistía, que si Sánchez, que si Xavi en el Barça... Ya saben, cosas así. No discutir es la segunda prioridad del día. De cada día. La primera es escuchar a Carlos Alsina en Onda Cero Radio. Su monólogo de las ocho se ha convertido desde hace mucho tiempo en imprescindible. Supongo que todo es cuestión de gustos y a usted posiblemente le atraiga más o tenga mayor predilección por Carlos Herrera. No negaré que también le sigo, pero a las ocho en punto, Alsina gana la partida del directo. Sus reflexiones casi siempre acertadas combinadas con sus silencios, su ironía y su media sonrisa son un bálsamo entre tanta confusión. Alsina no hace ruido, se limita a comunicar. No necesita gritar. Reflexiona. Y tampoco suele discutir. Confronta sus opiniones. Con Zapatero, con Feijóo y con quien se plante delante de él. No les negaré que mi otra prioridad es evitar el ruido y hay mucho. Demasiado. Por eso la radio y los periódicos siguen siendo un bálsamo entre tanto griterío mediático.