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El compañero Pep Llodrá, de Fotos Antiguas de Mallorca, me ha facilitado las memorias inéditas de un aviador italiano en Palma. Es un testimonio muy valioso porque es el único conocido de un participante en el mayor bombardeo aéreo de la historia de España: el de Barcelona el 16 de marzo de 1938. Ese día escribió: «Será una noche de infierno para esta ciudad». Y así fue: murieron cerca de mil civiles inocentes.

Giulio Verro era de Pisa y tenía 21 años cuando se presentó voluntario para luchar en la Guerra Civil española. Su motivación no era ideológica sino laboral. Quería un mejor sueldo y ganar horas de vuelo. Llegó a Mallorca en noviembre de 1937 y sirvió como cabo telegrafista en un bombardero pesado Savoia S. 81. Su escuadrilla se encargaba de los ataques nocturnos sobre ciudades con luna llena, por eso les llamaban pipistrelli delle Baleari (murciélagos de Baleares). En sus memorias explica con detalle sus 31 operaciones contra Maó y toda la costa republicana, desde Girona a Cartagena.
El 16 de marzo recibieron una orden directa de Mussolini: «Martilleo constante sobre Barcelona». Las escuadrillas cargaron los aviones con bombas de 250 kilos. Era un trayecto de dos horas con el miedo al fuego enemigo. Verro escribió: «Es curioso observar cómo uno pasa el tiempo a bordo antes de alcanzar el objetivo. Uno de mis amigos hace crucigramas; otro está absorto en la lectura de un periódico político italiano. Sorbemos un poco de coñac para combatir el frío, que es muy intenso a 4.000 metros de altitud».

Las bombas arrasaron el centro de Barcelona. El cabo era consciente de la gravedad: «De seguro en esta ciudad reina el terror. Durante todo el día los S.79 han lanzado bombas y luego nosotros. No se han cansado de dispararnos desde tierra. He visto las enormes deflagraciones de nuestras bombas. ¡Pobre ciudad! Hace poco que hemos aterrizado y ya hay otros tres listos para iniciar su turno».
Después de aquello, tuvieron varias semanas de descanso y el aviador aprovechó para ver a su amor mallorquín, una pastelera de la calle Sindicato llamada Margarita. Llegaron a pasear e ir al cine, donde los italianos tenían entrada gratis. Ella le confesó que tenía un hermano luchando en cada bando. Él escribió: «Estaba enamorado, pero nuestra relación no fue más allá de algunos besos y el intercambio de fotos».

La historia se torció cuando Verro descubrió que otro italiano cortejaba a Margarita. «Tuvimos una gran pelea, porque esperaba compromiso por su parte. Su respuesta fue muy directa: ‘Eres un aviador muy joven. Hoy estás aquí, mañana te irás. ¿Qué futuro puedo tener contigo? No puedes casarte conmigo y llevarme a Italia porque allí no tienes un trabajo fijo». Después de aquello, Verro pidió el regreso a Italia. En junio de 1938, su aventura concluyó.

En aquel episodio aprendió que el ejército no era lo suyo. Se dio de baja, pero sobrevino la guerra mundial y lo volvieron a movilizar. Con el cambio de bando de Italia en 1943, acabó preso en un campo de trabajo alemán, donde conoció a una ucraniana y se casó con ella. Esta vez sí, se fueron a vivir a Italia y después a EEUU. Tuvieron dos hijos. Verro murió en 1995. Su mujer, Olga Gladky Verro, fue quien recuperó sus memorias antes de fallecer el año pasado.