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Me siento delante del ordenador en plan pararme a pensar, en plan pensador. Tengo que pensar lo que voy a escribir, en plan escritor. Porque cuando lo hago en plan periodista, pienso en plan opinión. No sé si me entiendes, en plan entender lo que digo. Porque ya sé que me explico en plan regular. Pero esto es lo que hay. Este es el plan. En plan… es el modismo del habla actual más abusado por nuestra juventud, adolescencia e infancia. Sus conversaciones, que en buen grado carecen de planes concretos, se apoyan en la última muletilla de moda de la oralidad, el recurso a fundamentar una buena parte de sus afirmaciones con un ejemplo irreal sin sentido ni ocasión. Una estrategia inconsciente en la mayoría de los casos que confirma la inseguridad de la argumentación. El modismo en plan se ha convertido en un latiguillo contra la riqueza de vocabulario. La falta de recursos, de términos, de sinónimos alternativos es, en realidad, la consecuencia de una evidente carencia de comprensión lectora y de la ausencia del placer de leer como forma de aprendizaje para aprender a pensar con rigor y de forma creativa.

Además, utilizar «en plan» evidencia una inseguridad de quien adolece de argumentos convincentes y necesita apoyarse en elementos insustanciales y carentes de sentido y, en ocasiones, de formación gramatical. Me consuela pensar que esta fórmula de abuso indiscriminado hacia el lenguaje sea pasajera. Un modismo de moda que, como todas las modas, pasará en el momento en el que llegue alguna alternativa de mejor trato, en plan supervivencia de la comunicación.

Lo contrario nos situaría ante una urgencia gramatical, instante previo al de la emergencia idiomática, que nos devolvería a los orígenes de la comunicación primitiva, a volver a hablar con las manos y por medio de signos, en plan cavernario.