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En 2008, la desgraciada política económica y las pérdidas brutales de empleo fueron un revulsivo brutal que supiste utilizar junto con tus amigos de la Complutense. De hecho, diferentes corrientes similares –aunque con matices diferentes en Grecia e Italia– tuvieron posiciones parecidas a la tuya... y, por cierto, acabando en sonados fracasos. En tu caso, tu opción fue no tener ningún tipo de relación con el resto de partidos y poner en marcha algo rabiosamente nuevo y el asunto funcionó como un cohete. Poco a poco, el cohete perdió combustible y Podemos tuvo que claudicar y mantener relaciones con otros partidos porque estaba claro que si no se hacía piña, Rajoy volvería a ser presidente y, aún así, Rajoy fue presidente. Tu reacción en sede parlamentaria fue decir que el PSOE y el PP eran lo mismo y que nosotros, es decir Podemos e Izquierda Unida, íbamos a levantar España.

Aquel día me di de baja de Izquierda Unida después de muchos años de militancia y con un enorme pesar. He visto como después te has besado con Sánchez en la Moncloa, has intentado sin éxito obtener la Alcaldía de Madrid y has intentado con el mismo poco éxito que Yolanda Díaz fuera tu obediente sucesora. Todo esto me parece poco relevante, pero si se os ocurre boicotear la marcha de este Gobierno, cosa que en teoría, de acuerdo con lo pactado con Sumar, no podíais hacer y que es la única defensa que tenemos ante los Abascal, Feijóo y compañía, incluso a pesar de tu enorme ego te darás cuenta de la magnitud y las consecuencias de tu inmenso fracaso.