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Para entender la crispación política que se vive en España en los últimos tiempos, que afecta no solo a nuestros políticos sino, también a gran parte de la ciudadanía, conviene hacer algunas consideraciones de máxima actualidad.

Por ejemplo, de forma exagerada, el presidente de Aragón, Jorge Azcón, consideró que el «El Gobierno queda en manos de los enemigos de España.»

Por otro lado, Isabel Díaz Ayuso llamó «hijo de puta» a Pedro Sánchez en sede parlamentaria. Por no hablar de las vergonzosas explicaciones que dio después y que, con total seguridad, pasarán a la memoria colectiva de los españoles.

Abascal se puso en el atril de los diputados y comparó a Pedro Sánchez y su llegada al poder con Hitler. Afortunadamente, la presidenta del Congreso le llamó al orden y le sugirió que retirase sus palabras, cosa que, evidentemente, Abascal se negó a hacer.

Esta forma de hacer política tiene su máxima expresión en el fenómeno del Trumpismo y su principal cabecilla. La retórica populista enfatiza los límites no negociables y la indignación moral por su supuesta violación.

Una cosa más: la ley de amnistía tiene un carácter muy excepcional y, a partir de ahora, va a generar un montón de revuelo a su alrededor. En todo caso, la amnistía me parece bien porque no tengo ningún interés en castigar a los catalanes mientras no rompan de nuevo la ley.

Por último es muy importante que las derechas abandonen la locura de que Pedro Sánchez va a romper España cuando lo único que hace de momento es poner un poco de orden...