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Claudicación es el término que mejor califica el contenido del comunicado conjunto del PSOE y Junts per Catalunya que asegura la investidura de Pedro Sánchez, un texto que confirma la entrega del Estado español a la voluntad de un prófugo como Carles Puigdemont. Provoca sonrojo leer, ver y escuchar los argumentos de algunos analistas que orbitan en la progresía y que, aferrats a s’emblanquinat, tratan de justificar las renuncias del socialismo frente a los independentistas catalanes. Conceder la amnistía es admitir la invalidez de nuestro sistema democrático y judicial, contemplar la posibilidad de un referéndum de autodeterminación abre la puerta a su celebración -siempre hay tiempo de reinterpretar el artículo 92 de la Constitución de la manera que mejor convenga- y, por último, aceptar un observador internacional para el seguimiento de los acuerdos bilaterales es una humillación que sitúa a España en el bananerismo. Las concesiones financieras a Catalunya son el último eslabón de la enorme sarta de disparates políticos que ha aceptado a cambio de nada el PSOE de Sánchez. De nada no, de seguir en el poder a cualquier precio.

Y es que Puigdemont y su cuadrilla ha logrado retrotraer los efectos de la amnistía a 2012, aunque lo suyo hubiera sido remontarse a la batalla de Guadalete del 711, y además ha quedado blindado para el momento en el que decida repetir sus fechorías. Al parecer, para el PSOE, el independentismo catalán -tampoco el más violento- tiene nada de lo que arrepentirse, sus actos quedarán impunes; por fortuna siempre estará el testimonio de las tropelías que cometió en el Parlament en las jornadas previas al referéndum ilegal del 1-O de 2017 y los graves disturbios callejeros. Hay momentos que no se pueden olvidar. Sí la Policía Nacional y la Guardia Civil cargó con extrema dureza contra los votantes, por supuesto. Pero todos sabían que participaban en un acto ilegal y sus responsables ahora quedarán libres y sin cargos. Con Sánchez arrodillado, a Puchi sólo le faltaba pedir ... y dos huevos duros, como Groucho Marx. Se los han servido.

la convocatoria de unas nuevas elecciones generales es una opción que ha quedado neutralizada de manera inmediata, otra cosa es a medio plazo. Sánchez seguirá en La Moncloa, pero nada hace pensar en una legislatura plácida; los apoyos del independentismo catalán condicionarán la agenda del Gobierno. No será fácil contentar a ERC y Junts, pero tampoco al PNV; que también querrá su cuota de protagonismo. Soy de los que piensa que el aplazamiento electoral es una oportunidad para Alberto Núñez Feijóo y el Partido Popular, puede obtener rédito del más que probable desgaste político de Sánchez y tiene más tiempo para arrinconar a Vox; la cuestión es si sabrá hacerlo con eficacia.

La vivienda, el problema

el precio de la vivienda es una de las cuestiones que más preocupa a la sociedad balear, y con razón. Pues bien, uno de los promotores y constructores más reputados del sector en Mallorca me aseguró la pasada semana que las medidas que propone la presidenta Prohens están condenadas al fracaso, entre otros motivos porque la Administración -Govern y ayuntamientos- se niegan a reducir su voracidad fiscal; el impacto sobre el precio final de los inmuebles supera el 40 %. Hagan números.