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En un mundo donde las noticias se evaporan rápidamente y las guerras son destiladas en fascículos para el consumo rápido, y donde la atención pública salta de una novedad a otra, parece que nos estamos acostumbrando a vivir en la fugacidad del instante. En esta era de la inmediatez, nos perdemos las historias que se deslizan en la penumbra de la actualidad, olvidamos conflictos crónicos y pasamos por alto tragedias que, aunque persisten, han perdido su brillo viral. Es un mundo donde solo cuenta lo nuevo, lo que puede convertirse en un meme o lo que logra ser tendencia en redes sociales. Profundizar y analizar parecen ser actividades que se han convertido en lujos de otros tiempos.

Hace casi dos años, Ucrania era el epicentro de la atención global, pero hoy, solo un puñado de personas continúa prestando atención a su lucha. Hace un mes, Gaza cumplía más de 6 años de bloqueo total por parte de Israel, pero la mayoría de nosotros ni siquiera sabía que su guerra había sobrevivido tanto tiempo. El terremoto que sacudió Marruecos, con sus innumerables pérdidas humanas, fue un grito que resonó en el viento, pero la memoria colectiva parece haberlo enterrado en el pasado.

En mi último artículo, contemplé el papel de Baleares como un punto de encuentro entre continentes y me permití soñar: ¿Por qué no podría Mallorca ser el anfitrión de una parte del mundial de fútbol? Pocos días después, amigos me compartieron la propuesta de la Federación Balear al gobierno, proponiendo que Mallorca albergue a equipos internacionales en su ciudad deportiva. La sincronía me llevó a creer que la reflexión puede llevar a la acción, incluso en un mundo que parece adicto a la fugacidad.

Cuando escribo sobre Palestina, lo hago con profundo respeto hacia el pueblo judío. Aquí, en este espacio compartido, interactúo con escritores que tienen opiniones totalmente opuestas y a pesar de nuestras diferencias, nunca hemos caído en la confrontación, porque entendemos que, en última instancia, tenemos más en común de lo que nos separa. La coexistencia de diferentes voces y perspectivas es un recordatorio de que la verdad se encuentra en la intersección de las opiniones.

Y cuando me sumerjo en las aguas de Marruecos, lo hago desde un lugar de amor por mis raíces, pero no evito señalar las áreas en las que considero que hay margen de mejora. Esto, sin embargo, a menudo es incomprendido tanto por los defensores acérrimos como por los críticos más fervientes de Marruecos. Es un recordatorio de que la objetividad no es siempre bienvenida cuando se trata de asuntos del corazón y la historia.

Escribir en Ultima Hora, es escribir en el periódico más leído de las Islas y es un privilegio acompañado de una responsabilidad. En una época en la que la libertad de expresión se cuestiona, donde la verdad se nubla por la desinformación y la realidad se exagera. En medio de la tormenta de titulares y la marea de noticias efímeras, este espacio me permite sumergirme en las aguas más profundas de la reflexión y compartirlas con aquellos que están dispuestos a explorar conmigo.