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Resulta que donde trabajo somos unos pioneros en cuanto al horario semanal se refiere. En nuestro convenio ya venían reflejadas las 37,5 horas semanales desde hace años. Con que nos quedamos con el mismo horario. Bueno es que el resto también se pueda beneficiar de esta norma pese a que el presidente de la patronal, Antonio Garamendi, un puesto al que es requisito esencial acceder con la condición de hacer de llorica frente a los medios (recuerden aquello de quien no llora no mama) pida gestión y no populismo. Y me pregunto por qué son tan capullos estos del gobierno en funciones que desean que el trabajador curre menos; si con 40 horas ya era poco y con 60 o 70 íbamos justos. Positivo es que se propongan cambios basándose en un ideario político del que carecen otros partidos que se vanaglorian de bandera y de himnos o de chistes verdes desfasados. Este año, Garamendi ya ha recibido dos sonoras bofetadas con las que ha salido disparado haciendo pucheros. La primera fue hace unos meses con la subida del SMI a 1.080 euros y ahora con el horario laboral. Pero si éramos pocos, parió la abuela: en unas jornadas en Avilés un empresario mexicano afirma con toda su boca repleta de empastes de oro que la edad de jubilación debería retrasarse a los 75 años porque ahora se llega a vivir hasta los 90 o 95. Eso sí, currando 12 horas 3 días a la semana con que teóricamente el trabajador saldría ganando porque la suma sería de 36 horas. Con esta condescendencia piadosa, te da la impresión de que te hace un favor. Favor que se lo puede meter por donde le quepa. Uno no fue muy ducho en matemáticas pero se licenció a la hora de detectar canallas. En unas conferencias parece que es lícito soltar la mayor gansada con tal de llenar las redes sociales con jeta fascistoide y carcamal. Frivolidad que le sobra teniendo los bolsillos llenos a costa del sudor de sus trabajadores.