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Ahora que han pasado tantos años lo voy a confesar. A mí me gustaba Naranjito. Al menos se sabía lo que era, no como esas mascotas de ahora. Si entonces me lo callé fue porque sabía que me iba a quedar solo en su defensa. José María García había dejado claro ya que era muy feo y como todo el mundo se había manifestado de acuerdo con él no había nada más que hablar.

Naranjito fue la primera gran víctima de un linchamiento mediático que hubo en este país. Entonces yo todavía no escribía artículos en el periódico, pero da igual, porque de haberlo hecho tampoco el pobre habría contado con ninguno mío poniendo a sus detractores en su sitio. Había que tener valor y yo nunca he sido especialmente dado a heroísmos de ningún tipo. Incluso ahora me cuesta reconocer que no había oído el nombre del nuevo Nobel de Literatura hasta el día en que le dieron el premio, y en cuanto a Sonsoles Ónega con el último Planeta voy a hacer lo que la mayoría de mis colegas: me voy a callar lo que todos sabemos.

Es verdad que a Cobi en el 92 lo puse bueno pero por aquel entonces la incorrección política era ya un género literario y aunque por ahí encontrarán algún artículo mío tan genial como de costumbre aquello no tuvo tampoco mayor mérito. (No se inquieten, que les ahorraré la búsqueda: Cobi me parecía un horror y Mariscal un cantamañanas). Ayer como hoy, en el lado de la mayoría siempre se ha vivido mejor y se ha escrito peor.