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Trancurridos los primeros cien días de la legislatura autonómica resulta evidente que el Partido Popular balear, y en especial su presidenta, Marga Prohens, tiene un problema que compromete su futuro. Bloquear la aprobación del techo de gasto en los próximos presupuestos fue una clarísima declaración de intenciones por parte de la ultraderecha, la portavoz parlamentaria, Idoia Ribas, que marcó el arrinconamiento del catalán en las Islas como uno de sus principios irrenunciables. El pulso está lanzado y, al menos de momento, gana con diferencia el grupo –cuitas internas aparte– de Santiago Abascal.

CONSIDERAR un «castigo» el conocimiento de la lengua catalana para poder ser un trabajador público en Balears es un desliz mayúsculo de Prohens, cuyos malabares para tratar de justificar sus decisiones en materia lingüística son cada vez menos creíbles. Con una habilidad sorprendente, Vox lleva al PP hacia el mismo abismo electoral por el que lo despeñó José Ramón Bauzá; el colectivo docente vuelve a tener ganas de gresca. El conseller de Educació, Antoni Vera, trata de apaciguar los ánimos; tarea imposible con la actitud que mantienen los socios de la ultraespañolidad.

LA CORTE DE ACÓLITOS que acompaña ahora a los dirigentes, sean del partido que sean, acaban generando un clima acrítico y miope en la acción política; circunstancia que es más grave en una formación como el PP con una enorme base social. Toda esta milonga de la cruzada anticatalana se observa con escepticismo más allá de las costes de Xorrigo, como bien insistía un político manacorí de la original y extinta UM para referirse a la Part Forana. En el PP de ahora todos callan a pesar de que muchos saben que se está desconectando de la calle. Una cosa es frenar las insensateces del talibanismo catalanista y otra muy diferente es atentar al sentido común en la defensa del idioma propio de nuestra Comunitat, cuyo uso está todavía muy lejos de estar normalizado en todos los ámbitos. Hay que lamentar que dentro del PP actual no hay la más mínima voz discordante frente a la contínua genuflexión ante las exigencias de Vox, incluso quienes se vanagloriaban de marcar las diferencias –como el alcalde Jaime Martínez– ahora aceptan sumisos determinados postulados.

QUIERO IMAGINAR que hay límites y que llegado el momento no se dudará en actuar con valentía para tratar de soltar lastre, es tan sencillo como tener las ideas claras. En el Estatut están las reglas.

Aragonés lo deja claro

LA INTERVENCIÓN del presidente de la Generalitat catalana, Pere Aragonés, en el Senado dejó claro que estamos ante un representante institucional maleducado e intransigente; un grosero de tomo y lomo. Sin embargo, no se le negará que tiene la virtud de la claridad a la hora de detallar las condiciones de su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez: Amnistía y referéndum de autodeterminación. Es por ello que cuando escucho las argumentaciones de Yolanda Díaz, Patxi López, Félix Bolaños o del fogonero Oscar Puente me entran escalofríos sobre hasta qué punto serán capaces para retorcer la Constitución con tal de satisfacer las ansias de poder de la izquierda.