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Tuvimos, en degradación, a Tip y Coll, a Gila, a Faemino y Cansado, a Eugenio, a Los Morancos, a Chiquito de la Calzada y ahora a Feijóo, que está que se sale. Nuestro humor siempre se mueve entre el surrealismo –que lo llevamos en la sangre, como decía André Bretón–, la mala leche y el puntito zafio. Y Feijóo, nuestro más reciente cómico, ya digo, está que no para. Confieso que llevo un par de meses que lo que más me atrae de las noticias son sus chistes. En una constante superación de sí mismo, en estos últimos días nos ha contado unos cuantos, como aquél que dice que a Francina Armengol sólo le había pedido ocho días para preparar su investidura y que le dio treinta y cinco, pese a que hay prueba escrita, con firma incluida, de que lo único que hizo la presidenta de la Cámara fue atender su petición de concederle un plazo largo.

Días después contó el mismo chiste pero cambiando a Armengol por el Rey, a quien acusa, veladamente, de propiciar un gobierno de amnistiadores y separatistas que acabará rompiendo España; sus propios socios, los de Vox, ya han repudiado al Rey bajo la advocación de Felpudo VI. Por ese camino, la República pronto estará al alcance. Aunque el mejor, con mucho, fue aquél que contó que cuando fuera presidente subiría el SMI hasta el 60 % del salario medio, pero admito que con aquel otro de que no era Presidente porque no le daba la gana me tuvieron que encajar la mandíbula de tanto reír. En fin, que no hay forma de que a este hombre se le pueda tomar en serio.