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El jefe de las Federaciones Judías Unidas de la Commonwealth, Jonathan Sacks, se preguntó un día: «¿Tendremos nietos judíos?». No debe sorprender el interrogante porque también en otras áreas laicas, de cara a su mañana, se formula en idénticos términos, así como en otras muchas confesiones religiosas. En 1969, el sacerdote Joseph Ratzinger, papa más tarde, escribió: «La iglesia de mañana será pequeña, y en gran medida tendrá que empezar desde el principio; se presentará como una comunidad a la cual se ingresa solo por una decisión voluntaria; será una Iglesia de una espiritualidad más profunda». El papa Francisco afirmaba en 2022: «La iglesia católica del futuro será más pequeña, más pobre y menos política».

Hace años, en ambientes más cercanos a nuestra tierra, algunos analistas destacaron las cuatro características que identificarán las comunidades cristianas de mañana: 1) se constituirán en grupos más reducidos, 2) habrá más variedad entre ellas, 3) tendrán menos influencia en sus ambientes, 4) serán más radicales en sus planteamientos; mostraron coincidencia en restarles cantidad numérica y sumarles compromiso personal. Otros analistas se centraron en los calificativos que más caracterizarían la iglesia del futuro y anotaron los cuatro siguientes: Uno, acogedora de todos. Dos, samaritana (caritativa) con los vulnerables. Tres, comunicadora con lenguaje llano. Cuatro, investida de tono gozoso; mostraron coincidencia en imaginarla abierta, comprometida, clara y festiva. ¿Así será? Dios dirá.