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El filólogo e historiador Antoni Alomar Canyelles acaba de publicar un libro que deja en evidencia la gestión en memoria democrática del anterior gobierno del Ayuntamiento de Palma. Es una recopilación de mini biografías de los 239 hombres condecorados con la medalla de la ciudad en 1942 por participar en el golpe militar de 1936, una distinción que el gobierno de Hila (PSOE) se negó a retirar. Yo mismo denuncié en esta columna que estaban incumpliendo su ley de memoria. Mientras, Armengol va celebrando en Twitter las medallas que otras instituciones quitan por ahí. Consejos vendo que para mí no tengo.

El libro se titula Els civils del cop d’estat de 1936 a Palma (Documenta Balear) e incluye la lista de las personas más comprometidas, la mayoría militantes de partidos como la CEDA, Renovación Española, Falange y Comunión Tradicionalista. Unas de las biografías más amplias es la del propio tío del autor, el falangista Guillermo Cañellas Alcover, que formó parte de los temidos Dragones de la Muerte, la guardia pretoriana del fascista Conde Rossi.

Antoni Alomar ha reconstruido su historia gracias a que la familia guardó con celo toda la correspondencia. El 18 de julio de 1936 Guillermo Cañellas era un estudiante de Derecho de solo 17 años. Hacía meses que militaba en la Falange clandestina y escondía su propaganda en la casa familiar de la calle Sant Feliu, en Palma. Pertenecía a una familia burguesa y conservadora. Su padre trabajaba de secretario en la Audiencia Provincial y su madre era sobrina del poeta Joan Alcover.

El autor afirma que el joven Guillermo vivió aquellos trágicos hechos «como una aventura personal y con inconsciencia». El mismo 19 de julio formaba parte de un grupo armado de falangistas que pretendía arrestar al gobernador civil, el izquierdista Antonio Espina. Sobre aquellos primeros trágicos días apenas sabemos nada más hasta que comenzó la Batalla de Mallorca. El 16 de agosto mintió a sus padres para ir al frente. Siendo todavía menor de edad, luchó en Porto Cristo y el 3 de septiembre fue herido gravemente en una pierna durante el asalto a la montaña de Son Corb, en Son Servera. La familia conserva una fotografía suya mientras estaba convaleciente, con el uniforme de los Dragones de la Muerte y dos bastones.

A partir de ahí comenzó su carrera militar. Pasó por la Academia de Infantería de Toledo y llegó a ser teniente de Regulares de Ceuta. Cuando quedaba poco para terminar la guerra, lo destinaron al frente de Castellón. Desde allí envió una carta exultante: «Es preciso batir y aniquilar al enemigo. Para eso se necesita más tiempo». El 9 de noviembre de 1938 murió en un bombardeo y lo enterraron en Burriana. Tenía 21 años.

Su familia solo pudo recuperar su guerrera, el casco y el fragmento de metralla que le mató. La dictadura puso su nombre a una calle del Molinar y en 2009 la concejalía del PSM la cambió por ‘Son Orpí’. Su sobrino, el autor del libro, opina que los jóvenes como Guillermo fueron «la víctima fácil de la polarización política extrema» y que «habría que buscar más la responsabilidad en los adultos». Ha donado un pañuelo de su tío con las banderas española e italiana cruzadas a la Abadia de Monserrat, en Barcelona. Sí que conserva la medalla de la ciudad que recibió a título póstumo, distinción que sigue en vigor.