Hubo un tiempo, cada vez más lejano, en que existieron personas desgraciadas. De ahí que, sin ir más lejos, se pudiera hacer famoso el principio de Anna Karenina: «Todas las familias felices se parecen, pero cada familia desgraciada lo es a su manera». El término desgraciado/a ya no es lo que era. Para empezar, suena fatal. Nadie reconoce ser desgraciado. Puede que sea por el qué dirán, ya que últimamente todo el mundo tiene que parecer feliz. Muy feliz. Da igual si para sus adentros no para de repetirse «qué desgraciado soy, qué desgraciado soy…». Lo que cuenta es que no se note. Es más, la desgracia debe ir disimulada con infinidad de momentos dichosos, instantáneas de una vida de maravilla y desenfreno. Los desgraciados del mundo no tienen cabida. La desgracia es, ante todo, fea. Quita, quita, se le dice a un desgraciado. Y la palabra se sustituye por otras que, aunque no significan ni de lejos lo mismo, suenan un poco mejor. Personas vulnerables, por ejemplo. Personas propensas a ser heridas de alguna manera. Personas en riesgo de exclusión. Expresiones que quedan muy lejos de esos «miserables» de Victor Hugo. No sería un título adecuado para una novela actual (Los miserables, qué barbaridad).
En defensa del desgraciado
Palma26/08/23 0:29
También en Opinión
- La motorista en estado crítico tras un accidente en la UIB es una doctora residente de Pediatría en Son Espases
- Muere un hombre tras chocar contra un muro y quedar encerrado en su coche ardiendo
- La mujer que denunció a un conductor del TIB: «Me dijo que si quería hablar el catalán fuera a Cataluña»
- Los turistas británicos, indignados con el precio del alcohol en Mallorca: «No volveremos»
- Un militar italiano que participaba en las maniobras de la OTAN, acusado de violar a una joven en Magaluf
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.