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La cantante Rocío Saiz fue detenida hace algo más de un mes por enseñar los pechos mientras actuaba. Práctica habitual que realizaba en el escenario desde hacía una década. A un policía se le metió entre ceja y ceja que eso era una inmoralidad. Evidentemente, si lo hacía desde tanto tiempo atrás la actuación de este policía fue ocasional, fuera de contexto, pero demuestra que algún sector de la población está anclada en el pasado. Basta que ese tipo obsoleto tenga una placa para que se produzcan este tipo de altercados. Eva Amaral ha realizado el mismo gesto hace pocos días dedicándolo a Rocío Saiz entre otras mujeres. Los medios de comunicación y, consecuentemente, las redes sociales han ardido de comentarios favorables y negativos. Estos últimos, en un delirio casposo, remarcan que las playas están llenas de mujeres haciendo topless y que Amaral se vaya a reivindicar a los países árabes si se atreve. Pero, ¿por qué? ¿Por qué irse a reivindicar a países donde no ha sido invitada y no aquí donde, observando la mitad de los comentarios, machistas, degradantes y producto de la ignorancia, es más que necesaria cualquier tipo de reivindicación en pos de la normalización del cuerpo femenino en lugares que no son la playa?

Ese increpar alocadamente por la simple visión de dos pechos al aire demuestra que Eva Amaral ha logrado lo que pretendía, sacar a la palestra la doble cara de nuestra sociedad, la más intolerante y retrógrada, siempre dispuesta a moralizar denigrando a aquellos que traspasan una mera línea. Eva Amaral es tachada de vulgar por aquellos que son mera vulgaridad nada más abrir su enorme bocaza, aquellos que no son capaces de argumentar nada de interés más allá de un insulto, de lo más vulgar, o una estúpida burla, de lo más vulgar, tal vez mientras se santiguan con agua bendita proclamando que cualquier cuerpo de mujer es de su propiedad y, por tanto, tienen derecho a cubrirlo.