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Estaba dándole vueltas al tema de esta columna cuando un amigo entrañable y más de derechas que de izquierdas se puso en mi camino. Como mucha gente, tiene animadversión hacia Puigdemont y, en definitiva, a las personas que quieren a romper España. Como suele pasar en estas conversaciones, iniciamos una batalla dialéctica cada vez más acalorada hasta que decidimos darle otro sesgo y me propuso ver qué pasaba si hablábamos de las cosas en las que estábamos de acuerdo. Me pareció interesante y este fue el resultado.

1. Lo importante son las personas que están en situación de precariedad, las que apenas se ganan la vida y no pueden vivir dignamente, aunque apenas se hable de ello.

2. La Constitución se puede cambiar hasta donde haga falta, pero utilizando los mecanismos establecidos para cambiarla.

3. Con mayor razón, las leyes se pueden cambiar de arriba abajo, pero se necesitan los apoyos necesarios. Lo de tirarse al agua sin saber si hay muchas rocas en el fondo es una pésima estrategia.

4. La UE, con todas sus debilidades, es un escenario que debemos mantener a toda costa porque es uno de los proyectos políticos más importantes de los últimos años.

Estas pinceladas no son particularmente enjundiosas, pero nos permitieron pasar una velada tranquila, en la que no nos dedicamos a discutir sobre las consignas o los mensajes superficiales que están últimamente en boca de unos y otros. Las diferencias entre nosotros siguen siendo las mismas, pero nuestra nuestra higiene política ha mejorado; aunque no es óbice para que siga considerando fundamental -como he dicho más de una vez- que sea Pedro Sánchez quien forme gobierno.