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El pasado martes 13 de junio una azafata se dirige al aeropuerto de Santiago de Compostela y advierte que ha olvidado su comida, regresa a casa dado que vive cerca, recoge la comida y de vuelta al aeropuerto sufre un accidente de tráfico. Telefonea al 112 y avisa a través de un grupo de Whatsapp a sus compañeros para que den parte a su supervisor. Es sustituida sin mayores incidencias. Acude a la mutua que le reconoce el accidente laboral. No tiene ninguna lesión de gravedad pero el accidente a 120 km/h, que destroza el coche, la ha puesto muy nerviosa. Tras el siniestro su superior se interesa por su salud con normalidad. Días después, viernes 16, es elegida representante sindical por USO. El sábado 17, tan solo un día después, Ryanair desea reunirse con ella para discutir su ausencia del día 13. La relación con su superior ha cambiado completamente. La sanción llega durante la primera mitad de julio: un último aviso por no seguir el procedimiento de la compañía. Este último aviso siempre viene tras otras sanciones anteriores, tres o cuatro, que en el caso de esta azafata no existían. Ryanair alega que no se atuvo al protocolo que marca las ausencias del puesto de trabajo y utiliza de modo sucio la comunicación con el grupo de Whatsapp. En un par de audios ella, con voz llorosa, dice que está bien, muy nerviosa eso sí, y le duele mucho la muñeca del volantazo que ha pegado porque no sabía cómo detener el coche. Pide que avisen a su supervisor y añade «no he llamado a Control porque no me da la gana». Frase a la que se agarra Ryanair para sancionarla demostrando en un principio una clara falta de empatía hacia alguien que acaba de sufrir un siniestro en la autopista y que por tanto se halla en un más que probable estado de ansiedad. Sin embargo es una represalia por convertirse en nueva enlace sindical ya que Ryanair prefiere pasar por estúpida que por ladina, vil y rastrera. Este tipo de empresas vulneran los derechos de los trabajadores día a día.