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Es posible que la entrevista de Silvia Intxaurrondo fuera el inicio de la no mayoría absoluta entre PP y Vox. Ahí se demostró la incompetencia aplastante de Feijóo, que era incapaz de distinguir su mano derecha de la izquierda. Tan avergonzado acabó, en el caso de que posea un mínimo de honradez, que la pataleta le hizo no acudir al último debate para no seguir dando muestras de su nulidad no sólo como líder, sino como político con un cierto nivel cultural. No creo que a Feijóo le sirva de lección que una campaña únicamente basada en ETA y el mal del comunismo no conduzca a ninguna parte, preveo que en caso de que se repitieran las elecciones y él siguiera como candidato, que esa es otra, continuaría haciendo hincapié sobre los mismos temas que al final, al no proponer nada en absoluto, le han ido desposeyendo de esa victoria por goleada que preveía y conformarse por una por la mínima que por goles en campo contrario (como así era en la antiguas competiciones de la UEFA) le han impedido ser presidente. Resulta curioso que sea aberrante para él que no gobierne la lista más votada cuando el PP se ha visto beneficiado por los pactos en varias comunidades. Un ejemplo es Extremadura, donde tras la polémica con Guardiola y a órdenes de la cúpula se aliaron con Vox para quitar de en medio al PSOE que había ganado por mayoría simple. Pero existen otros antecedentes. En 2018, en Andalucía fue el PSOE de Susana Díaz el más votado pero la alianza con Ciudadanos y Vox permitió gobernar al PP. Lo mismo sucedió con Ayuso en 2019 la vez que se enfrentó con Gabilondo. Y otro tanto en Murcia el mismo año. En el fondo, tanta incongruencia no sorprende observando quien los lidera. Un tipo que confraterniza con narcos en yates, intercambiando números de móvil y luego negándolo de un modo infantil porque no sabe ni soltar siquiera una mentira sin que le crezca la nariz.