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Recorro la carretera que une Deià con Sóller y veo que las casas de Son Bleda se han convertido en el ‘Hotel Corazón’. Sorprendido, busco información vía Internet y me aparecen reseñas recientes en Vogue y The New York Times, nada menos. «Olvídate de Ibiza», dice el rotativo. «Un hotel gestionado por y para artistas», informa la revista de moda. ¿Un mundo de artistas? Fascinado, entro en la página web del establecimiento. Aparecen citas de artistas extranjeros, pero no hay una sola referencia para los locales, ni siquiera para los que viven tan cerca como Lluís Castaldo o Toni de Cúber. Intrigado también por el desapego de los propietarios del hotel hacia nuestros topónimos ancestrales, descubro sin embargo su sensibilidad por crear un espacio maravilloso.

El hotel es de categoría y garantiza un trato casi familiar durante todo el año. Los servicios, como el restaurante con huerto propio, son refinados. Así que doy las gracias a Richard Branson, Alexandra Schörghuber, David Stein y a la familia Plonke, entre tantos otros empresarios extranjeros, porque los grandes hoteles de Son Bunyola, Son Net, Son Vida o cas Xorc no se llamen ‘Los Tamarindos’, ‘Las Adelfas’, ‘Los Encantos’, ‘Las Brisas’ o vaya usted a saber qué.

La web del Hotel Corazón está escrita enteramente en inglés. No es la única que pasa del castellano, y no digamos ya del mallorquín, para comunicarse con los clientes. Recuerdo entonces aquello de que el español está en peligro en la Isla por la «imposición del catalán», pero, ¿no lo será más bien por esa naturalidad con la que el alemán coloniza Santanyí y el inglés la Serra?