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El candidato Feijóo, émulo de Pinocho, solicita a los carteros –que en un tiempo pasado fueron sus empleados– que trabajen mañana, tarde y noche para repartir todos los votos. Deja correr de esta manera, al mejor estilo de Donald Trump, una suerte de sospecha de fraude electoral, pero en ningún caso se preocupa por las condiciones laborales (que trabajen más por narices), de higienidad y salubridad, del personal de Correos porque en el fondo, tal y como debió suceder cuando fue jefe de todos ellos, le importa un pepino. Esa algo que se puede extrapolar al resto de la sociedad si se convierte en presidente del Gobierno. Lo único válido es alcanzar el poder, se puede leer entre líneas.

Un político con aspiraciones a presidente debería ser reprendido por este discurso con la aplicación del Código Penal por su evidente afán de manipular. Con sus palabras, dejando caer la sospecha de un amaño, el candidato Feijóo otorga a este país la categoría de tercermundista, algo que para sus intereses es muy apropiado. Si gana él, es simplemente lo lógico; si no gana, entra la sospecha de fraude. Y quizás esta insinuación de que algo puede suceder en Correos, lo diga el candidato Feijóo con conocimiento de causa, tal vez en Galicia pasaron cosas similares a las que alude pero justo al revés a lo que ahora denuncia.

Se permite el lujo de ir allanando el terreno de un modo completamente antidemocrático por lo que pueda pasar, tal vez en los últimos días ha visto las orejas al lobo, o la ansiedad le puede, el ansia de ser presidente, y quiera anticiparse como sea a los hechos, pero de esta forma sólo recuerda a Trump en EEUU y a Bolsonaro en Brasil. Luego lo vinculas con la extrema derecha y se enoja pero o realiza una excelente interpretación merecedora de un Óscar de la Academia o sus ideales son completamente idénticos.