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Entramos en la recta final de la campaña para las elecciones generales del próximo domingo, ese 23-J que parece que tiene que marcarnos nuestra futura existencia. Resulta evidente que estos comicios están marcados por una polarización del enfrentamiento entre el socialista Pedro Sánchez, por una parte, y el conservador Alberto Núñez Feijóo. Hasta aquí nada nuevo. Sin embargo, tras lo ocurrido el pasado 28 de mayo, cuyos resultados han propiciado el desalojo de la mayoría de ayuntamientos y autonomías de las fuerzas progresistas gracias a los pactos entre PP y Vox, el PSOE en masa ve en esta alianza la gran oportunidad para no perder el poder estatal; es lo que definen como la remontada.

Incluso dando por buena esta estrategia, que al parecer sólo funciona en los sondeos del Centro de Investigaciones Socialistas (CIS) que organiza el fiel Félix Tezanos, hay un aspecto que debería tenerse más en cuenta. Veamos. Se olvida con demasiada frecuencia que el gran fracaso de la izquierda en el 28-M está en el descalabro de lo que entonces fue Unidas Podemos, una herencia que ha recibido en su totalidad el proyecto Sumar que lidera Yolanda Díaz. ¿Si no funcionó en mayo por qué lo hará en julio? Cierto es que el partido morado se ha convertido ahora en una amalgama de partidos de todo pelaje del que se han volatilizado Ione Belarra, Irene Montero y demás familia; pero en esencia es más de lo mismo.

Al igual que tras el 23-J se da por seguro que sólo el entendimiento entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal posibilitará un cambio de Gobierno, apenas se evidencia que en el otro bando también será inevitable el de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Lo que ocurre en este último caso es que la muy cuqui lideresa de Sumar está quedando fuera del terreno de juego, entre otras razones porque es incapaz de dar un titular sustancial que no esté ligado a la felicidad y el buenismo. Este escenario entraña un serio peligro, que la imprescindible muleta de los socialistas para conservar el poder central en España no sume. Ojo, que basta mirar lo ocurrido en mayo.

Una campaña catódica

Los candidatos de Balears no logran sustraerse de la gran corriente estatal de esta campaña en la que los votos parecen decidirse, casi en exclusiva, en las pantallas de televisión. Las caras locales se han convertido en meras comparsas de los líderes nacionales, sólo sirven para repetir los eslóganes y argumentarios que se envían a diario desde las sedes centrales de los respectivos partidos. Así, los votantes de Sumar tendrán que coger una papeleta que encabeza Vicenç Vidal –otro que le ha cogido el gusto a los bocatas de calamares–, pero con la foto de Yolanda Díaz. Manda narices que sea la misma treta de utilizó José María Ruiz Mateos con su esperpento de partido para lograr plaza en Bruselas, una idea que luego le han copiado otros. Los esfuerzos por tratar de destacar son inútiles para el resto de los candidatos, desde Francina Armengol hasta Jorge Campos; al final se convierten en meras comparsas a la espera de que suene la flauta y puedan tener opciones de cargo. Así es la política, en especial para los que tienen como único objetivo la supervivencia.