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Hace muchos años que advierto contra ese nefasto eslogan psicológico, y sociológico, que incita a cualquier individuo a ser él mismo, y no otro que pasaba por allí. Parece que ser uno mismo se ha vuelto obligatorio, y si uno no sabe qué es, debe buscarse a sí mismo para luego ser precisamente lo que era, y no algo similar. Por supuesto, nadie me hace caso, porque la presión social para alcanzar esa mítica meta de ser uno mismo es fortísima, y la gente, muy influenciable, se sugestiona y se convence de que esa es la clave del éxito y la felicidad. Ser, mira por donde, exactamente lo que ya somos. Como si se pudiera ser otra cosa, por favor. Así que me rindo, no lo repetiré más, y quien se empeñe en ser él mismo caiga quien caiga, pues que lo sea. Eso sí, que luego no se quejen. Que no lo intenten si no se ven capaces, ante el cúmulo de adversidades que conlleva, de encogerse de hombros y decir «Gajes de ser uno mismo». Y me temo que casi nadie que quiera ser él mismo está preparado para eso, o no habría prestado atención a las monsergas de psicólogos y sociólogos, que al ser como son, nunca dejan de propalar chorradas, algunas tan reiteradas que se vuelven míticas. Por ejemplo, la de aprovechar cada instante y llenar cada minuto con 60 preciosos segundos, como exigía Kipling, porque de nada vale ser tú mismo si te duermes en tus laureles, y no lo eres 60 veces por minuto. Ojo, que ser tú mismo no significa hacer lo que te pide el cuerpo. Para nada. Es algo más psíquico, y si no está demostrado que constituya ventaja alguna (depende, según quién sea ese uno), tampoco garantiza que tras una vida rebosante de instantes plenos de ti mismo, vayas morir más a gusto, incluso satisfecho. Eso es un mito para tontos, a diferencia del mito de la inmortalidad literaria, o el del sentido de la historia, que son para listos o muy listos. Y puesto que cuesta tanto conseguirlo, no sé si vale la pena ser uno mismo (¡todo el tiempo!), salvo que uno se dedique a las performances y demás espectáculos escénicos, y se gane así la vida. En fin, sean ustedes mismos si lo prefieren, y aprovechen cada instante para serlo más todavía, pero luego no se quejen si les pasa lo que pasa.