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Hay gente a la que le chifla salir en la tele. Pero, por encima de todos, está Pedro Sánchez. La última prueba es que está organizando una serie de bolos en los principales canales en sus programas estrella. Entre medias, para no perder la costumbre, entrevista él mismo a sus ministros en Tele Ferraz. Tiene trampa, claro, esta exposición en la televisión interna del PSOE, ya que es a mayor gloria del presidente del Gobierno y para machacar todo lo que puede al Partido Popular.

La única vez que se le vio agobiado a Sánchez en televisión fue cuando tuvo que dar la noticia de la alarma por la COVID-19. Claro que se trataba de un plato de pésimo gusto y él temía por sus consecuencias. Pero luego, viendo el resultado favorable de su telegenia, le acabó de perder el respeto al invento televisivo. Porque nuestro presidente de Gobierno parece hecho para televisión.

Nadie mejor que él agradece a las cámaras su filmación, por apostura, tranquilidad y labia permanente. Donde cualquier otro naufragaría ante una pregunta impertinente, el no descompone el ademán y sabe salir a flote con la mentira más convincente.

Eso mismo explica su insistencia en el mayor número de debates preelectorales posibles por televisión. Él sabe que ante las cámaras de televisión, a su lado, Alberto Núñez Feijóo, su principal oponente, es un pardillo al que le ahogarán los datos de la realidad mientras que él se los saltará a la torera cada vez que haga falta.

O sea, que por fas o por nefas, como entrevistado, como entrevistador o como contrincante tendremos Sánchez en nuestra televisión hasta la náusea. No es que sus argumentos sean mejores o más profundos que los demás, pero, eso sí, estarán mejor dichos, con más desvergüenza y con mejor pose que las de quienes tienen seguramente más razón que él.