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Vox tiene más votos que reputación, lo cual complica enormemente los pactos con un partido que no ha tenido suficiente con su abrumadora victoria en las municipales y autonómicas y que aspira a enviar a Sánchez a su casa. Sin ánimo de blanquear al partido de Abascal, es evidente que se trata de un grupo que de momento no tiene más pecado que sus ideas porque de sus obras nada, ya que, por ahora, hacer hacer, no han hecho nada. No pueden decir lo mismo otros como Bildu que entre los suyos hay condenados por delitos de sangre, como se dice usando eufemismos. Por no hablar los partidos con casos de corrupción. Pero Vox tiene un problema, que solo puede ayudar al PP, no tiene alternativa. No es bisagra de nada, es un partido cautivo condenado a apoyar a sus viejos amigos mayoritarios. De lo contrario, se situará en una posición esquizofrénica que ninguno de sus votantes tolerará y que acabará pagando muy caro en las generales. A Vox solo le queda aceptar la gratitud y generosidad de un PP que si sabe aguantar la presión, se quedará con todo el pastel de manera merecida. Lo saben unos y otros, y mientras tanto, la función ya ha empezado y la resistencia del partido de la extrema derecha se lleva a la portada de los medios. Si Prohens aguanta, gobernará en solitario, aunque su legislatura será una pesadilla con el ruido que harán al levantar su Vox.