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En los últimos años, Palma ha sido noticia por escalar puestos a gran velocidad en varios de los ránkings urbanos más penosos. Los tres ejemplos más conocidos y lamentables son el listado de ciudades más sucias, el de las más inseguras y el de la vivienda más cara. En las tres categorías, los palmesanos ostentamos el dudoso honor de aparecer en las primeras posiciones, algo inimaginable hace tan sólo unos años.

La semana pasada, una empresa especializada en recurrir sanciones de tráfico publicó un estudio titulado Ayuntamientos y multas, y el equipo de gobierno de José Hila nos ha dado la última ‘alegría’. Palma es el segundo municipio de España que más dinero recauda en multas por habitante. Sólo estamos por detrás de Madrid, ciudad situada en el centro de un sistema radial de autovías y que por tanto es atravesada por millones de vehículos de paso, o que van y vienen de grandes ciudades dormitorio ubicadas en su periferia. Es un dato impresionante que una ciudad insular como Palma supere en multas por habitante a Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga o Bilbao, capitales que reciben un gran número de visitantes por carretera.

El estudio es concluyente en cuanto al diferente grado de voracidad recaudatoria de los principales ayuntamientos, algo de lo que ningún alcalde se jacta en público. ¿Ninguno? No, ninguno no. Por desgracia, en este punto Palma también es peculiar. Pocos días antes de la publicación de este estudio, José Hila dejó estupefacto al auditorio del Cercle d’Economia de Mallorca al afirmar sonriente que cuando ve a los policías municipales multando se acerca para felicitarlos y les anima a que multen más. Alardear de que acribillas a tus vecinos a multas es algo tan surrealista que la persona que me lo contó no tenía claro si Hila hablaba en serio o en broma. Seguro que las cifras de este estudio le han sacado de dudas.

Se cumplen ocho años desde que José Hila empuñó por primera vez la vara de mando en Cort. Vista su agresividad a la hora de meter la mano en los bolsillos de los palmesanos, la expresión «empuñar» se le ajusta como un guante a nuestro alcalde socialista. Por eso resulta hilarante, con perdón, que Hila prometa ahora un proyecto «transformador» (se entiende que para transformar el desastre de ciudad que deja tras dos legislaturas gobernando) y una ciudad «cuidadora» (se entiende que excluye de sus cuidados a los conductores que pagaron casi 21 millones de euros en multas durante 2022).

Hila pretende seguir saqueando a base de impuestos y sanciones las cuentas de los contribuyentes, y para ello necesitará de nuevo a sus peculiares socios de gobierno. Pero conviene recordar que su falta de liderazgo ha provocado controversias tan ruidosas como la de la Pride Week del pasado año, que acabó con la dimisión/destitución de la regidora de Unidas Podemos Sonia Vivas. De esta expolicía municipal muchos de sus compañeros no guardan un grato recuerdo, aunque el alcalde Hila no despierta muchas más simpatías después de haber vulnerado la presunción de inocencia de decenas de agentes absueltos en un caso judicial de gran repercusión mediática.

El actual alcalde de la octava ciudad más poblada de España es conocido a nivel nacional sobre todo por haber protagonizado un ridículo espantoso cuando calificó de «franquistas» a dos héroes de Trafalgar. Fue una exhibición insólita de ignorancia porque los hechos históricos sitúan a los almirantes Churruca y Gravina 130 años antes de nuestra Guerra Civil. Un lapsus lo tiene cualquiera, aunque Hila se mantuvo en su error durante días hasta que su propio partido le obligó a rectificar para que cesaran las carcajadas. Hila es el lapsus de Palma, un error involuntario de ocho años que a la vista de los hechos y los resultados de sus dos mandatos los palmesanos tendrán ocasión de enmendar el próximo 28 de mayo.