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La Biblioteca Nacional adquirió a la librería Cintas (Madrid) el archivo personal del barcelonés José Subirá Puig (1882-1980), uno de los estudiosos más importante de la historia de la música española. Aprendió música con el organista de la catedral de Ciudad Real. Desde 1896 vivió en Madrid donde estudió Piano, Armonía y Composición con las máximas calificaciones. Tras ser muchos años auxiliar administrativo del Ministerio de Trabajo, consiguió, en 1944, una plaza en el Instituto Español de Musicología y desde ese momento su trabajo comenzó a ser premiado y muy valorado en España, Europa y América. Uno de sus mejores amigos fue Joan Maria Thomàs Sabater (1896-1966), el célebre organista y compositor mallorquín director de la ya legendaria Capella Clàssica. Subirá estuvo en Mallorca varias veces y coincidió también en diversas ocasiones con otros dos ilustres musicólogos mallorquines, me refiero al mencionado Thomàs y a Baltasar Samper, los tres, por lo menos, acudieron al Congreso de Musicología que se celebró en Barcelona poco antes de que estallara la Guerra Civil, y al que también acudieron Falla y Pau Casals. Tanto Subirá como Thomàs colaboraron en el Boletín Musical que se editaba en la década de los veinte.

En la sección de Expedientes Personales de la Biblioteca Nacional se encuentran muchas notas que fue tomando Subirá en sus viajes por Asturias, Navarra o Burgos. Algunas de ellas, muy enrevesadas y sin fechar, son relativas a Mallorca. Como era habitual entre los intelectuales que nos frecuentaron, y más si eran músicos, lo primero era ir a la Cartuja de Valldemossa a revivir el entorno más que de George Sand, el del siempre admirado Chopin: «Donde se asienta la Cartuja famosa, hubo un palacio real, después durante siglos el palacio se trocó en monasterio», escribe Subirá. Fue de Palma a Sóller en tren y en ese periplo se quedó embelesado por la tranquilidad que inundaba Biniaraix. En tan encantadora aldea vio a una vieja asomada al balcón que le preguntó si era forastero. Subirá le dijo que sí, que vivía en Madrid y la ágüela le contestó que «Madrid está muy lejos, muchas cosas, mucha gente». Visitó nuestro personaje Pollença, como no podía ser de otra forma, y allí evocó la poesía de don Miquel Costa i Llobera.

Alabó la extrema pulcritud de la Isla y disfrutó de un viaje lleno de sugestiones poéticas, musicales y paisajísticas. Una cosa interesante de estos papeles de Subirá depositados en la Biblioteca Nacional es que en una de las carpetas se guardan unos veinte programas impresos de conciertos de Josep Maria Thomàs así como recortes de periódico relativos a la obra de este músico e intérprete tan nuestro. En uno de estos artículos el mismo Thomàs se refiere al nuevo órgano litúrgico del santuario de Lluc que es «el lugar solar de los buenos mallorquines». Recordemos que Thomàs escribió dos libros muy interesantes, uno sobre Falla en Mallorca (1947) y una composición en la que homenajea a Juan Ramón Jiménez y Zenobia (1957). El obituario de Thomàs lo escribió nada menos que Federico Sopeña.