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Son días muy competitivos, muy conflictivos, como la mayoría de los que en el mundo han sido. Las luchas por un centímetro más de poder (a fin de luego negociar mejor) son despiadadas en todos los ámbitos, nacionales e internacionales, culturales o propagandísticos, por lo que conviene escoger bien las estrategias. El enemigo, por definición, siempre es un estratega diabólico, gran especialista en maniobras de distracción, y rara vez se arriesga a atacar por donde parece que está atacando. Así pues, de un lado tenemos la vieja táctica, inventada por Séneca y el refranero, de quien da primero da dos veces, que tiene a favor el factor sorpresa y permite llevar la iniciativa en el enfrentamiento. Su superioridad parece indiscutible, y sin embargo numerosos ideólogos, políticos y entrenadores de fútbol prefieren ceder la pelota y jugar al contraataque. Por varios motivos. Es más descansado, abre muchos espacios para la contraofensiva y, sobre todo, es moralmente (propagandísticamente) más aceptable, ya que en tanto que legítima defensa, casi todo es permisible. No pondremos ejemplos. El problema de jugar al contraataque, claro está, es que alguien tiene que atacarte, y si no, te quedas sin argumentos antes de empezar. Por suerte, estrategas geopolíticos y dirigentes de partidos en periodo electoral (que son todos), han encontrado la fórmula para unificar ambas estrategias. Si no te atacan lo simulas; si no te ofenden, te das por ofendido. A fin de iniciar la contraofensiva. Así todos los ataques son contraataques, y hay muchas más contraofensivas que ofensivas. Por supuesto, no nos referimos a la contraofensiva de Ucrania, de la que se habla desde hace semanas, sino en general. Se trata de no esperar la ofensiva para iniciar la contraofensiva, como hizo ya el PP al inicio de la legislatura, o como hace EEUU para contraatacar a China a propósito de Taiwán, antes de que ataquen Taiwán. Aunque para el fútbol no sirve, esto logra unir las ventajas tácticas del contragolpe, y sus virtudes éticas y publicitarias, con la sabiduría popular de que quien da primero, da dos veces. El resultado es que tenemos contraofensivas por todas partes. A todo y más, a lo que sea.