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E l Gobierno y el Banco de España considera vulnerables a las familias que se ven obligadas a destinar más de cuatro de cada diez euros de sus ingresos al pago de la hipoteca. Son muchas, está claro. Pero serán bastantes más si la política suicida de Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo insiste en seguir subiendo los tipos de interés. Ignoro hasta qué punto están endeudadas las familias europeas y en qué cuantía, pero en España somos demasiados los que vivimos durante décadas con la horca al cuello. De seguir el rumbo tomado por Lagarde, la cosa se va a poner fea durante una buena temporada. Por eso, el Gobierno de Sánchez firmó al principio de esta crisis un nuevo código de buenas prácticas con el sector bancario para tender una mano a quienes se vean en apuros y evitar así otra hecatombe de desahucios como la que se vivió en el anterior crack de 2008. Como estamos acostumbrados, el anuncio se hizo a bombo y platillo y se prometió ayudar a un millón de familias hipotecadas. Pues bien, ahora que los tipos siguen al alza y no se vislumbra un final cercano a este túnel, los expertos del Banco de España rebajan las alegrías y limitan el alcance de esta ayuda a unas doscientas mil familias. O sea, la mitad de la mitad. O menos. Con esas cifras en la mano, quedarán un millón de familias compuestas y sin novio. Destinando la mitad de sus ingresos a la codicia bancaria sin red de seguridad y perrito que les ladre. No quiero ni pensar en qué situación nos vamos a ver las víctimas del IRPH, cuando se anuncia que si el euríbor escala al 4 por ciento, nosotros veremos en nuestra cuota hipotecaria referencias cercanas al 6 o al 7 por ciento. Y somos un millón. Desamparados por completo.