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El gravísimo problema del tercer mundo sólo puede solucionarse mediante una masiva acción solidaria de las naciones industrializadas en favor de los pueblos empobrecidos y, sobre todo, mediante un cambio radical en la manera de pensar y de actuar de la gente de los países ricos.

Un estilo de vida más austero y solidario y, sobre todo, la fuerza de la unión solidaria de todos los que han decidido vivir de otra manera, puede ser el inicio de la solución del problema de la miseria del tercer mundo.

Dice un proverbio de Burkina Fasso, antiguo Alto Volta: «Cuando se ponen de acuerdo, las hormigas son capaces de transportar un elefante».

Cuando contemplamos los graves problemas del mundo: hambre, analfabetismo, miseria, destrucción ecológica, guerras, terrorismo..., nos sentimos tremendamente impotentes y desvalidos, pero en seguida surge la pregunta espontánea y sincera: ¿qué puedo hacer yo para solucionar estos problemas? La respuesta suele ser pesimista, pero a la vez peligrosamente tranquilizadora: yo no puedo aportar solución alguna; no está en mis manos; es cosa de los gobiernos y de las grandes organizaciones internacionales.