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Vaya lío que se ha armado con la comida de José María Rodríguez con la tropa más vistosa del PP balear, comenzando por su presidenta, Marga Prohens, que ha recibido palos a diestro y siniestro por su atrevimiento, incluido el Congreso y la calle Génova. Los madriles tienen una idea muy remota y distorsionada de la realidad balear. Reducen la comida a un intento de reparto de nombres en las listas electorales. Pero la razón del encuentro, que despertó celos hasta el punto de ser filtrado a la extrema derecha madrileña, radica en la ausencia de liderazgo y de carisma que atraviesa el actual PP isleño. Buscaban el apoyo moral de Rodríguez. Porque los que están dispuestos a romperse la cara en el proceso electoral del próximo mayo son apenas un puñado cuando décadas atrás, con él al frente, eran legión. Rodríguez y sus pretorianos le dieron cinco mayorías absolutas al PP en Cort: tres a Fageda, una Cirer y otra a Isern. El dinerito sucio de Over Marketing, que manejó este partido en el 2003 y por el cual fue condenado Rodríguez, no basta para explicar que su aparato político lograse la mayoría absoluta en todos (todos) los distritos de Palma, teniendo como cabeza de cartel a sor Catalina Cirer. Como conseller de Interior, Rodríguez intentó el 2008 poner en marcha la policía autonómica balear, parecida a la catalana o la vasca. No le dejaron. En Madrid, los suyos también le despreciaban. Si en vez de ser tan leal al PP hubiera tenido vena nacionalista y luchado para articular una Covergència Balear como la que intentó Cañellas en 1989, otro gallo cantaría. Habría menos expolio, menos altanería capitalina y menos desprecio hacia los ‘provincianos periféricos’.