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Avanzo una semana el artículo anual sobre el adelanto de una hora en los relojes e inaugurar    el horario de verano. Lo hago con inquietud y no es para menos: hace unos días que el reloj del Ayuntamiento de Palma en la plaza de Cort marca siempre la misma hora. Y eso no puede ser casual. Tiene que ser forzosamente una señal (relacionada con el cambio horario del domingo 26) pese a los intentos de    explicaciones más o menos tranquilizadoras que leo en los periódicos. Desde que la leí, llevo el recorte con la noticia en un bolsillo pero siempre que la releo es la misma hora si estoy en la plaza de Cort. Y como la noticia no cambia, la firma siempre la misma periodista, tiene las mismas líneas y siempre me pilla su lectura en la plaza de Cort y a la misma hora, temo que el tiempo haya quedado suspendido para siempre y no podamos adaptarnos nunca al horario de verano. También temo que de no adelantar este texto unos días, y si el tiempo queda eternamente suspendido (si se contagia a otros relojes el fenómeno que afecta al de Cort) no pueda escribirlo y siempre que alguien se asome a esta página lea el del año anterior. O que, como en aquella secuencia del guardián del hotel frente a la máquina de escribir de la película El resplandor, siempre escriba el mismo artículo sin darme cuenta. Y que siempre sea la misma persona, en el mismo lugar quien lo lea. Trato de localizar, de momento sin éxito, una fotografía de la proclamación de la Segunda República desde el balcón de Cort en 1931 en que se vea la hora del reloj. Sí, me dirán que eso fue en abril, pero marzo casi es abril. Pero lo que más me inquieta y temo (pese a las tranquilizadoras explicaciones de la noticia que llevo recortada) es que los demás relojes se contagien del fenómeno que afecta a En Figuera (el de Cort) y cuando sea el 26 de marzo ninguno funcione. Y el tiempo quede suspendido.