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Me pregunto en qué clase de agujero se ha caído el feminismo cuando vemos con perplejidad que el Partido Popular se integra en la manifestación feminista y reivindica esa cruzada. Con detalles como este nos damos perfecta cuenta de que la lucha por la igualdad y los derechos de la mitad de la población –un poco más, en realidad, somos mayoría– se ha ido a la alcantarilla de las cuestiones políticas. Y con política me refiero a la palabrería, inquinas fratricidas y obsesión por el poder. Estoy convencida de que al menos la mitad de las mujeres con carnet del PP rechaza autoconsiderarse feministas. No digamos los hombres. Y es que no lo son. Su partido ni siquiera cree que las mujeres tengan derecho al aborto y recientemente se generó un agrio rifirrafe entre las distintas sensibilidades que conviven en la formación sobre este asunto. La propia Isabel Díaz Ayuso proclamaba este miércoles que considera un asesinato el aborto.

Lo lamento profundamente por el movimiento feminista, que a raíz de la polémica sobre la transexualidad ha decidido arrimarse a quienes, aunque les apoyan en este capítulo –por puro interés electoral, claramente–, les dan la espalda en cuestiones fundamentales. Qué triste. Al final, un pequeño porcentaje de hombres –que se consideran mujeres– ha logrado dinamitar la escasa unidad que pudiera haber en el seno del movimiento. Y qué patético que un puñado de políticos –hombres y mujeres– no tengan el menor reparo ético en sacar provecho electoral de un asunto que es crucial para el desarrollo sano de una sociedad. Al final, perdemos todos. Seguiremos contabilizando asesinatos, violaciones, agresiones, discriminaciones y humillaciones de todo tipo mientras ellos se nos ríen a la cara.