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Desde este miércoles, hablar de ‘los cuarenta años’ ha dejado de ser en Balears un eufemismo para referirse a la época franquista para pasar a rememorar otra efeméride –sin duda mucho más festiva y positiva para los ciudadanos–, la aprobación de nuestro Estatut d’Autonomia, que recuperaba gran parte del autogobierno perdido por nuestro pueblo en los dos últimos siglos.

La historia de nuestra autonomía merece, sin duda, un análisis político profundo y extenso, pero se puede resumir en la alternancia de un centroderecha que intentó dotar a nuestra comunidad de las infraestructuras y los instrumentos para el desarrollo económico y social, y de una izquierda centrada más en los cambios normativos de calado ideológico, muchos de los cuales, por desgracia, han abundado en la división social.

La celebración de ayer queda absolutamente empañada, además, porque dos de los más importantes artífices de la transformación política de nuestra sociedad han sido completamente vetados. Se trata, obviamente, de Jaume Matas y de Maria Antònia Munar, quienes, habiendo pagado duramente por sus crasos errores, no recibirán en cambio un solo elogio público por sus muchos aciertos.

Porque, inopinadamente, en una comunidad cuya capital había confiado en 1979 su primer gobierno democrático a la izquierda, ésta era derrotada solo cuatro años después por la postrer coalición AP-UM, encarnada por Gabriel Cañellas y Jeroni Albertí. Los regionalistas obtenían la presidencia del Consell de Mallorca, y comenzaba así a fraguarse una hegemonía del centroderecha insular que perduró hasta julio de 1999.

Esos primeros dieciséis años fueron claves para nuestra sociedad. Se llevaron a cabo importantes infraestructuras viarias, deportivas y aeroportuarias –hasta 1996, cohabitando con un gobierno central del PSOE–, se promulgó la Llei de Normalització Lingüística, el llamado Decret de Mínims, la Ley de espacios naturales o la de disciplina urbanística. Nació la UIB y se construyó el actual campus. Se acometió también el proceso de transferencia de las competencias en materia educativa y sanitaria. Se creó el IB-Salut. Nuestra comunidad fue pionera en universalizar la gratuidad de la educación infantil mediante unos conciertos que supusieron un hito en toda España hasta que, en 2006, Zapatero calcó la fórmula para todo el país.

Desde 1999 se ha dado una mayor alternancia política, con sucesivos pactos de izquierdas de socios mal avenidos.

Matas puede poner en su haber político la construcción del hoy incuestionado Hospital Universitario de Son Espases, el polémico metro de Palma, el Palacio de Congresos, o la extensión de la gratuidad del bachillerato, entre otras realizaciones. Munar, por su parte, impulsó un Consell que llegó a ser el verdadero gobierno de Mallorca, aprobando el Pla Territorial, creando el Parc de Tecnologies Ambientals y mejorando una red de carreteras que culminó en la magnífica autovía de Manacor. La corrupción, innegable, pero, sobre todo, hábilmente usada por los adversarios, y la fallida legislatura de José Ramón Bauzá velaron el importante patrimonio político de la alianza entre conservadores y centristas.

Hoy, como desde 1999, la izquierda sigue prometiéndonos que, algún día, construirá un tranvía y miles de viviendas sociales.