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Hay en el calendario tantas celebraciones, festividades y conmemoraciones, que a veces ya no sé cómo festejarlas adecuadamente, se me cruzan los cables y los rituales, no sé qué hacer. Si ya tengo dificultades con la Navidad, la Pascua o el día de la Constitución, que suelo celebrar de oídas o al buen tuntún, a lo que salga, figúrense este miércoles 1 de marzo, Día de les Illes Balears, nuestra fiesta oficial. Sé por este periódico, que naturalmente es la Biblia para mí, que se trata de una jornada histórica en la que celebramos nuestra identidad isleña, así como tal vez el Estatut, que cumple 40 años. Y que ya llevamos varios días de actos y eventos, oficiales o culturales, a fin de ensalzar dicha identidad. Pero claro, es que a mí las identidades… No estoy muy dotado para eso, nunca he logrado tener una, no sé qué demonios es la identidad. Algo administrativo, o una chifladura. Y aunque eso parece ser algo frecuente entre los baleares (conozco mallorquines, ibicencos y menorquines, pero ninguno se declara balear), sigo sin saber cómo se celebra. Por el lado gastronómico sería lo más fácil, siendo las identidades comestibles las únicas que entiendo y tienen sentido. Podría guisarme unas sopes de categoría superior, que me salen fantásticas, sostenibles y vegetarianas, con el añadido heterodoxo de rodajitas de zanahoria y olives trencades en lugar de cerdo, pero eso ya lo hago habitualmente, y además, es mucho más mallorquín que balear. Mi abuela mallorquina, de apellido Mercadal, y mi otra abuela valenciana, que inventó lo de la zanahoria, nunca las habrían llamado sopes balears. No, no me parece adecuado para esta celebración, y es una lástima. Podría acudir a eventos oficiales, y hasta agitar banderas, pero no soy de eventos. Por esquivo, arisco y poco sociable. Tampoco estoy seguro si esta festividad es para estar contentos o desafiantes, reivindicativos y patrióticos. Lo de las identidades patrióticas es como los amores complicados, para que funcionen hay que complicarlos más. Y como ahora somos todos patriotas ucranianos, y de la OTAN, sería mucho complicar. No sé qué hacer hoy. Bueno, no importa, eso me pasa casi todos los días, no sólo en las festividades.