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Hoy es un día que se presta a hablar de estas jornadas semanales que tendrán los funcionarios para trabajar desde su casa, o de la conversión de los 315 contratados en empleados públicos de IB3. Pero no, no profundizaremos en esa crítica cada vez más general y acusada que señala a los funcionarios como unos privilegiados. Al revés, hablaremos de uno de ellos que se entregó a fondo para estar a la altura de las circunstancias, que en absoluto eran las suyas, y que mañana, día 11 de febrero, se jubila. Este personaje es Antonio Ortiz, jefe de la oficina de Comunicación de la Capitanía General de Baleares de 2001 a 2017. Ortiz, que por entonces era comandante, llegó al puesto sin que nadie le explicara cómo funcionan los medios, pero se armó de coraje para conquistar aquel terreno ignoto. Y lo consiguió.

Siempre estaba disponible porque tenía vocación de servicio. Hizo interesantes las actividades del Ejército y se esforzó en explicar el sentido de esta institución en el siglo XXI. Implicó a los redactores incluso en jornadas de formación castrense. Nunca aquí los militares ocuparon tantas páginas de periódicos y espacios en radio y televisión, nunca antes se acercaron tanto a la sociedad, y nunca antes uno de ellos fue reconocido como periodista por quienes sí lo somos. Pero así son los desastres de la Administración: en la plenitud, el ya coronel Ortiz fue relevado de sus funciones por cuestión de edad. Fue repescado, pero para dirigir el Centro de Historia Militar y presidir el Castillo de San Carlos, batallas muy distintas. Mañana, ese Estado que crea funcionarios por aquí y por allá, perderá a un buen servidor público.