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Decía Tarradellas que en política lo que no se puede hacer es el ridículo. Pienso que Ramon Tamames debería recordarlo.

Le recuerdo de los días de la Transición, cuando formaba parte de la dirección del PCE, su paso por la cárcel, su autoridad innegable cuando hablaba de economía. Sí, Ramón Tamames fue un hombre importante durante aquellos días en que se estaban poniendo los primeros cimientos de la democracia.

Ciertamente la vida da muchas vueltas y, ni la historia de los países, ni de los hombres, es una foto estática. Es comprensible que Tamames no siga creyendo ni militando en las ideas de su juventud, incluso que su evolución política haya derivado hacia posiciones conservadoras. Lo que cuesta entender es por qué, con 90 años, se ha enredado con Vox dejándose tentar por Santiago Abascal.

Llevo días dándole vueltas a cuál puede ser el impulso que lleva a un hombre cuya biografía es la que es, dar un salto en el vacío para convertirse en compañero de viaje de Vox, y me he dado cuenta de que él mismo ha dado la clave al confesar que se siente halagado porque quieran contar con él ya que está convencido de que aún tiene mucho aportar. Y esa es la clave para que haya decidido hacer trizas su biografía. El halago, en definitiva la vanidad. Creo que las personas de edad pueden aportar sus conocimientos y experiencias, pero de ahí a ver a Ramon Tamames convertirse en compañero de viaje de un partido situado en la derecha extrema, el salto es puro disparate.

Tamames podía haberse conformado con que su nombre esté entre los que hicieron posible el paso de la Dictadura a la democracia, en sus aportaciones en el campo de la economía, en el respeto que se le tenía por su biografía política. Pero ha sucumbido al halago y, se ha henchido de vanidad. Alguien debería de decirle que se puede convertir en un personaje patético y todo por el pecado de la vanidad.