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Hace ya algunas semanas tuve oportunidad de ver en Netflix un magnifico documental titulado El largo camino hacia la guerra que explica con enorme precisión todos los acontecimientos que condujeron a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la primera guerra civil europea, con más de 10 millones de soldados fallecidos y más de trece millones de personas no combatientes también fallecidas.

Dos cosas llamaron mi atención. Por una parte, las grandes manifestaciones de ciudadanos en varios países a favor de empezar la guerra contra alguien. Por otra, como los gobiernos se comunicaban por escrito la declaración de guerra contra un país. El embajador en el país ‘enemigo’ hacía entrega del documento oficial y se le respetaba, no se le hacía prisionero. Hoy en día las guerras no se declaran, se empiezan y no se sabe cuando ni como acaban.

Siempre ha habido guerras justas e injustas. Si hay una guerra verdaderamente injusta ésta es la brutal agresión de Rusia contra Ucrania, camino de cumplir un año.

«Al principio no entendíamos que era la guerra. No puedes entenderla hasta que la escuchas y la ves», dice el escritor Andréi Kurkov, patriota ucraniano nacido cerca de San Petersburgo, rusófono, en su impresionante libro Diario de una invasión. ¿Como entenderla si Putin dice que Ucrania la inventó Lenin y afirma que la peor tragedia que él ha vivido es la desaparición de la URSS? Lo cierto es que en 1932 y 1933 Stalin mató de hambre a varios millones de ucranianos no por incompetencia sino por privarles del sustento para dar el grano a otras naciones dentro de la URSS.

Escribe Kurkov que Putin lo que persigue por encima de todo es que Rusia sea temida, recrear el equivalente de la URSS o del imperio ruso. Gobierna como si fuese un régimen de partido único, destruyendo toda oposición, si es necesario con la desaparición física del oponente. Ahora asistimos a una escalada de la guerra, pero no para agredir sino para defender a Ucrania. Entre 120 y 140 tanques llegarán a Ucrania próximamente y se negocia el suministro de misiles de largo alcance. Nadie se alegra de la intensidad de la guerra, pero si Putin no asume que la fuerza que se le opone puede derrotarle o impedirle avanzar, nunca negociará un alto el fuego definitivo.

Era impensable hace pocos años imaginar a los ciudadanos europeos con un gran ardor guerrero que los llevase a apoyar una escalada armamentista, pero ahora mismo no se vislumbra una alternativa válida. Si Ucrania cayese, nada impediría a Putin intentar lo mismo en Transnistria o Moldavia y entonces la seguridad global en Europa estaría muy seriamente amenazada. Me siento afortunado por pertenecer a una generación de españoles que nunca ha visto una guerra en su territorio y francamente no puedo ni imaginar ver a mis hijos o a mi mismo viviendo en un país en guerra para defendernos de una agresión.