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El nacionalismo es un género literario de ficción, naturalmente sensacionalista, y de ahí que casi todos los relatos políticos de actualidad, hablen de lo que hablen, son sensacionalismo nacionalista. O viceversa, nacionalismo sensacionalista. Es igual, el orden no altera el producto. Habrán notado que es indiferente lo que diga o haga el Gobierno, porque desde el momento que negocia con nacionalistas vascos y catalanes, es ilegítimo, felón y calamitoso. Al nacionalismo español, uno de los más sensacionalistas de España, le trae sin cuidado si se debaten asuntos sanitarios, económicos, judiciales o de género; siempre y en cualquier caso, replicará que con alguien que mantiene tratos con ERC y Bildu no se puede ni discutir, y sólo cabe aniquilarlo, toda vez que su mera existencia nos aboca al caos y la inmoralidad. Años y años dura ya este relato sensacionalista, y no hace falta cambiarle ni una coma, pase lo que pase, porque funciona incluso en versiones resumidas y casi telegráficas. Si se habla de inflación, la respuesta es ERC; si de crisis energética, también. Y si se trata de economía, no es preciso insistir en el repetido cuento sensacionalista y tremendista de cómo el Gobierno nos lleva a la ruina y la bancarrota; basta mascullar ‘Bildu’ y se entiende todo. Es decir, se sobreentiende. La furibunda portavoz Cuca Gamarra, a veces no necesita ni eso, porque con dos miradas despiadadas desde la tribuna de oradores (Bildu, Bildu), lo arregla todo como Doc Holliday en OK Corral. Así hace oposición cualquiera; está tirado. Por supuesto, también los nefastos socios de legislatura, que según el PP sostienen al Gobierno y le dan órdenes, usan su propio nacionalismo sensacionalista para oponerse al mismo, bien que de refilón. De soslayo, de pasada, a toro pasado y haciendo posturas. ¿Existe nacionalismo no sensacionalista? No, imposible. ¿Y existen relatos no nacionalistas? Difícil, muy difícil, considerando que hasta los de amores trágicos lo son de refilón, como Tristán e Isolda, y no hay nada más alemán que la epopeya de Sigfrido y Brunilda. Lo mires como lo mires, el nacionalismo es el género literario por excelencia, la madre de todos los corderos. Pues eso.