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Me asalta la ansiedad y no por los gañanes que lanzaron fuegos artificiales dando por saco hasta las tantas. No hay explicación porque Messi ya ha ganado su mundial. Debo confesar que nunca me había puesto tan de parte de un equipo como en la final del Mundial de Catar. Ni con el Barça que ha marcado mis penas y alegrías desde que nací. Fue Messi el que condujo los latidos de mi corazón hasta límites insospechados y el de una gran parte de los habitantes del planeta. Anhelaba que ganara de una vez por todas y se acabara la cancioncilla de encefalograma plano que decía que no era el mejor porque no había ganado un mundial. Ese nivel de exigencia no se ha dado con ningún otro jugador, ni con Cristiano que ha sido su competencia a lo largo de toda su carrera. Pero empieza el año y me asalta la ansiedad desde buena mañana. No por la muerte de O Rei Pelé al que solamente vi jugar en una ocasión con motivo de su partido de homenaje entre el Cosmos y el Santos. Y al decir eso me siento muy mayor ya que casi nadie recuerda esa fecha. Yo vi a Pele en su retirada que es lo mismo que no verlo nunca, pasé mi infancia junto a Cruyff, alcancé mi mayoría de edad con Maradona y casi voy a llegar a la jubilación al ritmo pausado y a la vez mortífero de Messi. Porque con 35 años juega caminando pero juega mejor que todos. En mi retina se ha quedado para siempre el tango que se marcó en la semifinal contra Croacia que supuso el tercer gol. El momento clave de su carrera ya que en esos escasos diez segundos demuestra toda su sapiencia futbolística dejándote la sensación de que sólo él y nada más que él sabe qué es el fútbol. Mi ansiedad se acentuará conforme se especule con su retirada.