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El 16 de agosto de 1936 las aguas de Porto Cristo estaban muy picadas. En plena madrugada y con una niebla cegadora, centenares de milicianos se apretujaban en la cubierta a la espera del desembarco. Era el Día D de la República. La primera y última operación anfibia de la Guerra Civil. Entre comunistas, anarquistas y nacionalistas catalanes se había colado un periodista de un medio de derechas. Se llamaba Guy de Traversay y tenía el título de barón. Como era francés, el Comité de Milicias Antifascistas le había dado un salvoconducto: «Tiene un espíritu bastante imparcial para asegurarnos un reportaje objetivo».

Traversay tenía agallas, «quizá demasiadas», apuntaba uno de sus compañeros del diario L’Intransigeant. Cuando estalló la guerra, se fue volando a Barcelona para documentar la Revolución y visitó después el frente de Aragón. Allí le contaron que la Generalitat de Catalunya estaba fraguando una operación muy interesante: la reconquista de Baleares. Envió su última crónica y embarcó con 2.000 milicianos rumbo a Mallorca.

El desembarco de Porto Cristo fue mucho más duro de lo previsto. La desorganización impidió un avance rápido y los sublevados mallorquines montaron una línea de defensa alrededor del pueblo. Traversay pisó tierra mallorquina aquella mañana y se mezcló con los hombres y mujeres de la primera línea. Nadie esperaba que al día siguiente se desataran todos los infiernos.

El 17 de agosto los sublevados lanzaron un triple ataque que reconquistó casi todo el pueblo. Lucharon casa por casa, cuerpo a cuerpo, e hicieron varios prisioneros. Entre ellos estaba Traversay. Según la mayoría de fuentes, lo fusilaron allí mismo. No sirvió de nada que trabajara en un medio de derechas. Su cuerpo jamás ha aparecido.

El jefe de Falange, el Marqués de Zayas, envió una escueta nota a Francia: «Por desgracia, el lugar donde estaba fue escenario de intensos combates. Cayó en el ejercicio de su deber profesional. Tengo sus papeles a su disposición».

Según el historiador Toni Tugores, su ficha de defunción puso la misma versión: «Fallecido en los alrededores de Porto Cristo, a consecuencia de accidente, ignorándose dónde recibió sepultura».

El diario L’Intransigeant hizo sus consultas y descubrió que Zayas mentía. El 1 de septiembre publicó en portada que Traversay había sido «asesinado por los insurgentes».

El escritor francés George Bernanos, residente en Mallorca y con un hijo falangista, dio más detalles. Reveló en su libro que la causa fue «un miserable escrito a máquina» con el sello del Comité de Milicias Antifascistas. Algún iluminado confundió el salvoconducto con un carné político. «Pusieron los muertos juntos, bocabajo o de espaldas, y vertieron por encima mucha gasolina. Guy de Traversay estaba entre aquellos muertos».

Fue el primer corresponsal de guerra ejecutado por los sublevados. Poco después le seguiría Renée Lafont. En zona republicana caería Louis Delaprée.

L’Intransigeant se deshizo en elogios hacia su corresponsal: «Combinaba la mente más clara con el alma más ardiente. Era un talento y una fuerza. Traversay era un soldado de la prensa». Fue nombrado a título póstumo Caballero de la Legión de Honor de Francia.