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Buen día de puente para dejarse llevar y olvidar la galería de declaraciones en el patio del Congreso el día de la Constitución. Locos por un micrófono para decir lo mismo que vienen diciendo en los últimos meses. Ni un día de tregua, ninguna oportunidad al acercamiento para cambios sociales y constitucionales. Aquello de los políticos que nos merecemos. En fin, no tenía que haber encendido el televisor porque dicen los que estudian y entienden de reacciones sociales y crispaciones varias que el exceso de información es una causa del ambiente tóxico actual que envenena las cabezas. No sé si es deformación profesional o ese motor profesional que se llama curiosidad, pero entro en muchas páginas, veo muchos programas y escucho a mucha gente. Mal hecho. Aunque ya no se lleva la simplicidad de un periódico, una cadena, una emisora, conviene ser selectivo, especialmente en la cosa política, porque tal y como está el patio la veo enfermiza, con veneno en la piel y en la lengua. Es por eso que llevo meses intentarlo dejarla, como el tabaco, como la liturgia del gin tonic para aumentar el placer de un partido del Madrid. Desafección, dicen. No tenía que haber puesto la televisión el día de la Constitución porque vuelvo a entrar a trapo en la política. Me parece que fue el presidente del Gobierno, aun con su reproche por la sinvergonzonería del Constitucional, el único que propuso menos ruido y más responsabilidad para fortalecer la igualdad y el bienestar social. Melancolía. Para más inri, el soporífero ridículo de la selección del streamer.